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domingo, 30 de agosto de 2020

SE VA UNO DE LOS BUENOS: JAVI LANZA.


Nunca olvidaré la visita que hice el 24 de Agosto a Vejer de la Frontera (Cádiz). Mientras paseaba con mi familia por su laberinto de calles blancas, mi compañero José Ramón Otaola me hizo saber que nuestro jefe estaba a punto de morir. Aunque soy agnóstico, le pedí a la Vírgen de la Oliva que obrase el milagro de salvar la vida de Javi Lanza. El dolor provoca extrañas reacciones. Por las paredes encaladas rematadas con frases religiosas mi mirada empañada por las lágrimas buscaba consuelo en la belleza de Vejer. Cuando encontré la palabra "milagro" en un muro, soñé que Javi vencía a la Parca y volvería a su mesa de redacción de Bilbao, donde asumió en 2015 el cargo de Jefe de Informativos y Programas de RTVE en el País Vasco. No hubo sorpresa. Se cumplió el pronóstico. Javi se murió horas después y nos dejó huérfanos a todos los redactores y redactoras que hemos tenido la suerte de trabajar a sus órdenes. Ya no volveré a hablar por teléfono con él a las 8 y media de la mañana para decidir las noticias que cubrirá Telenorte en Álava. Ya no le volveré a llamar a las 5 de la tarde para organizar las previsiones informativas del día siguiente.

 Han pasado 36 años desde que entré como becario en RNE en Bilbao. He tenido jefes de todos los colores: duros, blandos, dialogantes, sordos, didácticos y dictatoriales. Javi era único. Le definía una frase que pronunciaba a menudo: "si tú quieres"... Era muy difícil decirle que no a alguien que derrochaba paciencia para tratar de convencer al más redactor más díscolo de lo que tenía que hacer. Siempre trabajo en medios de comunicación de titularidad pública. Empezó muy joven en la delegación de la Agencia EFE de la Margen Izquierda  de la Ría del Nervión. En 1989 pasó a ñRTVE. Micrófono en mano, nos contó con su voz clara y su talante tranquilo multitud de noticias que le tocó cubrir a pie de calle. Aquí está el cariñoso montaje que se emitió en Telenorte a partir del minuto 10:13" para recordar sus 31 años de trabajo en TVE. 

La primera vez que tuve ocasión de medir su condición de buen jefe fue allá por el verano de 2005. Me tocó cubrir la bajada de Celedón de las Fiestas de Vitoria. Como todos los años salvo este de la pandemia, la plaza de la Vírgen Blanca se llenó de miles de personas esperando el txupinazo de las 6 de la tarde. Nuestras imágenes estaban salpicadas de las habituales pancartas de las Gestoras Pro-Amnistía y de la izquierda abertzale radical. Era muy difícil buscar un plano general en el que sólo se reflejase el ambiente festivo. Entre 1996 y 2004, durante el Octenio Negro de José María Aznar en la presidencia del Gobierno, Alfredo Urdaci se había convertido en el rey de la manipulación informativa en TVE. Informar por aquel entonces no era fácil. Con el temor de que algún gerifalte se soliviantase al ver en la tele una pancarta pidiendo el fin de la dispersión, le llamé a Javi Lanza pidiendo sopitas. Me dijo una frase que jamás olvidaré: "Tú estás allí. Cuéntalo". Así de fácil. Mis compañeros de TVE en Bilbao recordaban hace poco en el obituario que le dedicaron en las páginas de El Correo otra de sus frases faoritas: "Si tú quieres...". Trabajar a las órdenes de Javi Lanza ha sido siempre sentirse parte de un equipo comprometido con la intención de garantizar la veracidad y la objetividad de las noticias, tal y como se refleja en el Estatuto de la Información aprobado en 2008 con el apoyo del 53 por ciento de los 2400 profesionales de la información audiovisual de RTVE.

Javi Lanza representaba los valores del Servicio Público en el que seguimos creyendo la mayoría de los trabajadores de RTVE. Y lo hacemos contra las presiones del poder político y contra las malas noticias que nos dan los índices de audiencia. Los Telenortes que Javi dirigía intentaban contar aquello que interesaba a la sociedad vasca, tratando de romper las cadenas con las que algunos políticos intentan convertir RTVE en el cancerbero de sus intereses. Descansa en paz, Javi: jefe, compañero y amigo...



domingo, 23 de agosto de 2020

ODA A UN CAPITÁN DE GALEONES: FRANCISCO PACHECO ISLA.

      Quien haya visitado sólo una vez Sanlúcar de Barrameda y se haya adentrado en su Barrio Alto habrá podido comprobar que el ARTE con mayúsculas se le mete por los ojos a través de sus monumentales palacios e iglesias, edificios cuyas piedras hablan… En Sanlúcar, cada rincón da una conferencia sobre una historia plagada de gestas marineras, hazañas de héroes de una época en que el verbo “conquistar” no suponía una agresión contra ninguna cultura. Eran los tiempos en que los seres humanos de distintas naciones habían emprendido una carrera contra el tiempo. La meta estaba repleta de tesoros: plantar una pica con bandera en territorios remotos e ignotos con el fin de ensanchar el mapa del mundo. A aquellos recios hombres Europa se les quedaba pequeña. Hoy día les llamaríamos exploradores. Entonces eran guerreros: los más bravos de cada familia emprendían una misión que casi siempre terminaba a sangre y fuego.  Embarcar en un galeón o una carabela era el sueño de cualquier joven intrépido. Nadie quería ser Messi o Ronaldo. Deseaban cruzar los mares para comprobar qué había al otro lado de la Tierra. ¿Serían tan fieros los indígenas allende el Atlántico? ¿Estarían rebosantes de oro y alhajas los tesoros que acumulaban las culturas milenarias que allá estaban?

      Las paredes de Sanlúcar hacen rebotar continuamente los ecos de aquellos hombres bizarros que podían asalvajarse cuando había que usar la lanza y la espada para agrandar el territorio de sus reyes. Cinco siglos han pasado desde aquel tiempo de gloria de una ciudad como Sanlúcar que lleva 500 años ignorada por aquel mundo que ayudó a descubrir.

     Por las venas de algunos sanluqueños sigue corriendo la sangre de navegantes como Cristóbal

Colón, Elcano, y Magallanes. Yo conocí a uno de esos hombres singulares. No presumía de sus genes. No eran nobles sólo sus apellidos: Pacheco Isla. Eso le daba igual. Su aristocracia no estaba vinculada con condados, marquesados o ducados sino con el conocimiento. Francisco Pacheco Isla tuvo como principal misión de su vida profundizar en la cultura y el arte de su Sanlúcar para pregonar a los cuatro vientos que el futuro tenía que hacer justicia a una ciudad que había quedado arrinconada en el vertedero del Guadalquivir. Paco Pacheco se ganó el pan como militar, pero su alma se alimentaba de libros. En ellos aprendió de pe a pa lo que pasó en Sanlúcar en torno a la  gesta del Descubrimiento de América y la Primera Circunnavegación del Planeta Tierra. En 1992 comprobó que durante los actos oficiales del Quinto Centenario de la llegada de Colón a América, Sevilla centró todos los honores gracias a su condición de epicentro político de Andalucía. No en vano, con su Casa de Contratación, había sido la capital económica del Imperio aquel en el que nunca se ponía el sol.  En Sevilla se celebró la Exposición Universal de 1992. Allí están también los edificios que recuerdan aquel tiempo en que la península ibérica era el centro del mundo. De Sevilla partían por el Guadalquivir hacia Sanlúcar los navíos de los reyes que iban a cambiar los mapas del planeta. A un centenar de kilómetros de la capital andaluza, por la “autopista fluvial” del río Guadalquivir, aquellas carabelas atracaban en el viejo puerto de Sanlúcar para aprovisionarse de cara a una eterna singladura que muchas veces acababa en naufragio. Los libros de historia nos recuerdan que de los 4 viajes de Colón, contando las 8 partidas y arribadas, Sanlúcar había sido punto clave para despedir o recibir a los marineros en 5 ocasiones. Sin embargo, los fastos del Quinto Centenario del Descubrimiento de América pasaron de largo o de puntillas por Sanlúcar de Barrameda. Francisco Pacheco Isla se rebeló contra aquella injusticia. Cuando se retiró de la vida militar empezó a dar forma a un proyecto quimérico que se convirtió en su misión en la vida.

      Un día del verano de 2013, mi buen amigo Luis Bernal me presentó en el Bar Juanito a Paco Pacheco. Se le encendían los ojos cuando relataba su plan: aglutinar a todas las fuerzas vivas de Sanlúcar y Cádiz para impulsar una idea que hiciese justicia al esplendoroso pasado de su ciudad. Si el Quinto Aniversario del Descubrimiento prácticamente había ignorado a su Sanlúcar del alma, no debía pasar lo mismo con la efemérides redonda de la primera vuelta al mundo. Si las naves de Magallanes y Elcano habían recalado en 36 de las actuales naciones de la Tierra tal y como él recordaba, el azar había querido que también fuesen 36 meses los que tardaron en volver a Sanlúcar los supervivientes a la primera circunnavegación. 36 meses en pasar por 36 países cuando aún no había vuelos charter, ni cruceros de lujo, ni viajes espaciales… Sacándole punta a esta casualidad, Francisco Pacheco Isla pensó que sería muy hermoso que cada una de esas naciones pudiesen participar en una especie de Exposición Universal de la Primera Circunnavegación. Son tantos los palacios, casonas y edificios nobles que están abandonados o a punto de colapsarse en Sanlúcar que cada país tendría donde elegir para que durante uno de esos 36 meses que están transcurriendo entre Septiembre de 2019 y Septiembre de 2022 hubiese 36 sedes de piedra correspondientes a cada una de esas 36 naciones. España habría debido contribuir para ofrecer a esos países todas las facilidades para que cada uno se comprometiera con la causa en función de su riqueza económica. El alquiler de una vieja casa noble durante un mes para pregonar los atractivos de una nación está al alcance de cualquiera. Por ejemplo, Febrero de 2021 o Agosto de 2022 podrían haber sido los meses dedicados en esta Exposición Universal para fomentar el conocimiento de los recursos turísticos de Argentina o Brunei.

     Hacía falta mucha energía para contagiar de entusiasmo a las fuerzas vivas e instituciones públicas

de Andalucía con el fin de que empujasen una idea semejante. Vigor era lo que le sobraba a Francisco Pacheco Isla. Llegó a crear la Fundación Puerta de América que se convirtió en su galeón con el que alcanzar el puerto de salida de su plan en Septiembre de 2019. Ese mes se cumple la efemérides. Desde el año 2012, la celebración de la Gala de los Premios Capitanes de Galeones iba calentando el ambiente para dotar de músculo a su magno proyecto. La Fundación llegó a ocupar temporalmente la sede de la Cofradía de Pescadores. Paco Pacheco se rodeó de eruditos de la historia, la cultura, la restauración, el cine y el arte a quienes convertía en embajadores vocacionales de la causa. Pacheco Isla fue el martillo pilón que intentaba convencer a las instituciones de Sanlúcar, Cádiz, Sevilla, Andalucía y España entera para que tuviesen en cuenta al menos una parte de sus planes en beneficio de su ciudad. Paco Pacheco llegó a intervenir como conferenciante en múltiples mesas redondas. Una incluso en la Casa de América de Madrid. Se cuenta que en aquel foro nadie distinguía quiénes eran los catedráticos de Historia y quién un simple militar que había dedicado su vida entera a empaparse del conocimiento sobre su tierra que sólo dan los libros.

      En la primavera de 2017, ese hombre-castillo que era Paco se derrumbó. A comienzos de Junio de

aquel año yo estaba en el Valle de Mena (Burgos), cuna de mis antepasados, preparando el pregón que debería leer días después en las Fiestas de San Antonio y Santa Filomena de Villasana de Mena. Mientras buscaba un coche biscuter para poder recorrer con mi acordeón las calles del pueblo tocando La Cumparsita y Princesa del Acordeón, una amiga sanluqueña me llamó por teléfono para comunicarme que Francisco Pacheco Isla había muerto. Ya no iba a ser posible llevar a cabo nuestros planes para que su voz se escuchase en Getaria, San Sebastián, Vitoria o el Valle de Mena describiendo la heroica hazaña de Elcano y Magallanes. ¿Por qué el Valle de Mena? Los meneses 
estamos orgullosos de que en la Plaza de España de Sevilla se distinga a nuestro municipio burgalés con un azulejo en el que figura su nombre. ¿Por qué? Del Valle de Mena salió hacia Sevilla el canónigo Sancho Ortiz de Matienzo para hacerse cargo de la Casa de Contratación. Paco Pacheco estuvo incluso anunciado como conferenciante en la Semana Cultural del Valle de Mena, pero no pudo asistir porque su madre enfermó y como buen hijo se tuvo que dedicar a atenderla. Tampoco logré que fructificasen mis gestiones ante la Sociedad Oceanográfica de San Sebastián, la Diputación Foral de Álava y el Ayuntamiento de Vitoria para que pudiesen conocer su gran proyecto. Ni Paco ni yo formábamos parte de los núcleos del poder político que dan y quitan bendiciones para ocupar las tribunas de oradores. Francisco ya no está, pero ha dejado Sanlúcar sembrado de misioneros con el deber de continuar su causa. Yo solía decirle que me permitiese considerarme el último marmitón de su nao capitana.

      Descansa en Paz, amigo Paco, ya que tu galeón sigue navegando con rumbo seguro.